Bonnaroo: así se viven cuatro días increíbles de fiesta en el Midsouth yankee

Un campamento imponente en medio de Tennessee. Bandas de lujo (U2, por mencionar una), arriba de diez escenarios. Gastronomía, arte y diseño por doquier. La famosa experiencia «roo» contada por Maleva.

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El imaginario colectivo divide a Estados Unidos en la Costa Este y la Costa Oeste, esos dos eternos rivales donde generalmente la batalla se da en la música, el arte y la cultura en general. En una esquina el hippie de Cali (fornia) amante de los deportes al aire libre, gay, eco y de todo friendly, con una obsesión por el avocado (palta) y el smoothie de kale. En diagonal, con actitud sobradora, el cool de Manhattan, acostumbrado a caminar con un café en la mano, visitador de galerías de arte y un Spotify con sugerencias de techno y electrónica. Pero el país es grande y la gente mucha, y esta nota rescata al medio sureño que carga con una reputación dudosa y una presencia casi invisible.  Es el Midsouth yankee.

Asociados a la política conservadora, las armas y la barbacoa, el sur fue también una cuna musical que introdujo al mundo sonidos que lo cambiaron para siempre: Memphis trajo a Elvis que a su vez trajo el rock, B.B. King el blues en Mississippi y Louis Armstrong fue pionero en el jazz allá por Nueva Orleans. Nashville, capital de Tennessee, se consagró como centro de la música country, y fue cerca de ahí, en Manchester, donde uno de los festivales más celebrados del año tuvo lugar el fin de semana pasado.

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“Bonnaroo Music & Arts Festival” nació en 2002 y desde entonces se realiza todos los años en un predio espectacular a cielo abierto. Más de 70 mil personas viajan desde todas partes del mundo e invaden el Midsouth para vibrar con lo que la Rolling Stone denominó uno de los “50 momentos que cambiaron la historia del Rock & Roll”. Se trata de una experiencia integral que incluye: 150 bandas y artistas tocando en simultáneo; proyección de películas en una carpa circense; shows de comedia (en los que pasaron Amy Schumer, Judd Apatow, Zach Galifianakis, Chris Rock y John Oliver); stands gastronómicos con menús de burgers, pizzas gourmet, tacos, barbacoas, bocados orgánicos y muchísima cerveza artesanal; una playa artificial con palmeras, hamacas paraguayas y DJs; una maratón, clases de baile y yoga; una disco silenciosa; un mercado de artesanías y diseño; y una “vuelta al mundo” con una vista 360 espectacular. Alrededor, cientos de carpas básicas y de lujo para los que eligen acampar y permanecer en el oasis sin contacto con el exterior.

Este año MALEVA estuvo presente y el line up tuvo estrellas sólidas y artistas emergentes, como U2, Red Hot Chili Peppers, The Weeknd, Lorde, Chance The Rapper, Major Lazer, The XX, Travis Scott, Cage the Elephant y Kaleo. A la mañana los ensayos hacían de despertador y fogoneaban la ansiedad galopante que culminaba el mediodía, cuando se encendían los micrófonos y las cuerdas estallaban hasta pasada la madrugada. Lo que uno quisiera sonaba: rock clásico, indie rock, hip hop, jazz, americana, bluegrass, country, folk, reggae, pop y electrónica. Música para todos y todas, durante doce horas consecutivas.

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Entre escenarios el desfile humano fue hipnotizante: flores, estampas, glitter, bikinis, bralettes, shorts y bermudas, bandanas, riñoneras, pelo multicolor, batik, trenzas y gorras. Era un vale todo, una libertad sin reglas. El “people watching” era inevitable y un placer casi culposo que muchos aprovechaban abajo de los árboles cuando el sol era más cruel y las temperaturas alcanzaban los 35 grados.

“Bonnaroo crea lo más cercano que tenemos al espíritu de Woodstock”, afirma la Rolling Stone, y sin dudas es así. Es difícil explicar el clima que reina esos días, pero una cosa es clara: lo mejor siempre es lo más simple. Escuchar música bajo el sol con birra en mano y compartirlo con los demás, de eso se trata tener un “Happy Roo”.

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[Nota publicada en Maleva Mag, el 16 de junio de 2017. Nota online]
Fotos: propias.

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