Regresar, revolver, resucitar

Creo en el pasado. Creo en lo necesario que es frenar, dar media vuelta y ponernos en cuclillas, con la cabeza gacha. ¿Qué ves? Veo una cosa maravillosa. ¿O varias?

“Hacé una lista de todas las cosas positivas que tenés”, “Pensá en cómo llegaste a ser quien sos”, “Acordate de todo lo que hiciste”. Frases como estas nos insisten en revolver viejos baúles y recordar nuestra historia, con sus logros y fracasos. De seguro nos obligan a hacerlo en momentos no muy felices, en aquellos que nos agarran con la guardia baja, “emocionalmente inestables”.

Y allí nos vemos, tratando de apreciar que estamos donde estamos gracias a años de construir historias, experiencias y de chocarnos contra paredones inmóviles, de llorar nuestro orgullo malherido o de disfrutar con inmensa satisfacción lo soñado y cumplido.

¿Por qué nos cuesta tanto, a veces, recordar nuestros éxitos? ¿Por qué configuramos nuestra autoestima para que reaccione únicamente ante nuestros errores o fracasos? Sí, dicen que por naturaleza nos fijamos más en lo que no tenemos que en lo que sí. Natural ambición, común insatisfacción, el inevitable querer más. Etcétera, etcétera, etcétera. El soñar con más y evitar el mediocre conformismo no excluye la necesaria apreciación de lo que conseguimos alguna vez. Hablo de tener presente al pasado, de tener vivo el aprendizaje obtenido durante el tiempo que se fue para así alimentar el motor.

Creemos que los sueños son sueños, y cuando finalmente nos despertamos y siguen allí, olvidamos de la magnitud del logro, y lo que alguna vez fue un gran sueño se archiva sin que pestañemos.

Nuestro hoy sin ayer es un esqueleto, un zapato vacío. Poco lograremos si ponemos el foco en lo que no hay, porque el sentimiento que deriva de contemplar la nada es destructor y boicoteador. En cambio, si miramos el incierto mañana con el ayer fijo y el hoy vivo, la fuerza que emane de esa convergencia será tan poderosa que seremos capaces de todo, e incapaces de rendirnos ante riesgos y amenazas.

Quizá necesitamos a alguien o alguienes que nos lo recuerden, que nos señalen nuestros éxitos y nuestras virtudes, para no caer en cuestionamientos internos sin eco como: “¿Tienen valor las cosas que alcanzamos, aquellas que pensamos imposibles y ahora, realizadas, son simplemente encajonadas junto con el resto de los sueños hechos realidad?”. En varias ocasiones, voces ajenas a nuestra conciencia hacen las veces de diarios y biografías, mostrándonos las marcas que dejamos en nuestro andar, y las marcas que nuestro andar deja en nosotros.

Desmitifiquemos el pasado y traigámoslo al hoy. Volvamos hacia atrás, revolvamos en el baúl y resucitemos para crearnos.

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