La palabra, artífice de falsas identidades

[ENTREVISTA A IRENE DE VASILACHIS]

Socióloga, abogada con honores e investigadora del CONICET , Irene Vasilachis de Gialdino se dedica con admirable pasión al análisis del discurso, la situación de pobreza y las representaciones sociales. Una radiografía de la mente de una mujer que persevera contra las injusticias de nuestra sociedad.

Allí está ella, tras su escritorio y rodeada de carpetas, hojas, libros y cassettes sobre sociología, lingüística y derecho.  Irene Vasilachis de Gialdino encarna a una mujer brillante y luchadora. Su vocación por estudiar y comprender el comportamiento social de los argentinos la ha llevado a escribir sobre la problemática del trabajo, la pobreza y el poder del discurso en la construcción de representaciones sociales.

Sus investigaciones revelan cómo influye la palabra en la definición de la identidad de los sectores marginados y cómo la sociedad acepta un modelo interpretativo que no le es fiel a la realidad. Los resultados de sus trabajos demuestran que miramos, obedientes y enceguecidos, a través de un lente opaco, y que actuamos acorde a los discursos de los grupos más poderosos de nuestro país.

– ¿Quiénes son los que tienen el verdadero poder de imponer, con el lenguaje que utilizan, representaciones sociales?

– Los que tienen el poder de decir. En realidad, nosotros no tenemos poder de decir, somos investigadores, pero no tenemos posibilidades de acceso a los medios. Las personas pobres, por ejemplo, no tienen acceso a los medios. Nadie escucha lo que las personas pobres dicen. Es decir, la mayor parte de la población tiene un conocimiento de las personas pobres a través de los medios: televisión, noticias, diarios, pero no directamente. Entonces ellos no pueden expresarse y los investigadores, que estamos en una posición distinta respecto de qué son las personas pobres, quiénes son, cómo son, qué conocen, qué saben, tampoco tenemos acceso a los medios. En los medios sólo aparecen cuatro o cinco investigadores sociales que son los consultados, que son una referencia; los demás no existen. Entonces no se pueden construir representaciones sociales.

Las representaciones tienen contenido ideológico porque no hay un diálogo respecto de lo que dicen unos y otros. Para que haya realmente una democracia tiene que haber posibilidades de argumentaciones contrarias, esgrimir diferentes criterios de validez, poner en el mundo de la vida distintos modelos interpretativos, y esto no es posible.

– ¿Cuáles son los intereses que hay detrás de las representaciones sociales?

De todo tipo: intereses económicos, políticos y también de los medios, porque los medios responden al interés del público. En realidad, el medio escribe en relación con las expectativas de la audiencia. Tienen un supuesto acercamiento con la audiencia y de acuerdo con ella escriben. Esto es una cuestión económica. Pienso que realmente en nuestros medios y en muchos lugares del mundo el problema no es la libertad de expresión, sino la libertad de prensa. Comento siempre el caso del fallo de derechos humanos que ha dictado la Corte Suprema desde 2004 a acá: yo he estudiado cómo los medios representan esos fallos, para ver si los trabajadores saben, por ejemplo, que la Corte Suprema ha resuelto que el derecho al trabajo es un derecho humano fundamental. Eso es muy importante para los trabajadores. Los medios no reproducen esto. Porque claro, si ellos lo reproducen, y esto es conocido, tienen el mismo problema: que los trabajadores esgriman su derecho, que se considere su trabajo un derecho humano.

– ¿Cómo influyen los prejuicios y los supuestos que se tienen sobre la gente pobre en su propia identidad y en su comportamiento?

– En realidad, los marca menos de lo que nosotros creemos, pero el problema es que los marca lo suficiente como para que ellos tengan que definir negativamente su identidad. “Yo no soy”. ¿Por qué dicen “yo no soy”? Porque evidentemente hay una representación negativa respecto de esto. Acá [busca en su escritorio] tengo la entrevista de Antonio, que empieza así: “Debajo de un subte duermo, hace algunas noches. Esto indica que tengo una conducta que me dan permisos. No tengo antecedentes, no soy una persona que tomo, no soy una persona que fumo. ¿Comprende?”. Es decir, lo primero que hace el hablante es representarse por oposición: “Yo no soy como dicen que soy”.

– ¿Cuál debería ser el papel de los medios de comunicación para evitar caer en estas representaciones?

– El papel de los medios sería permitir que distintas voces estén presentes en los medios. No solamente las voces de las que hoy se consideran legitimados para hablar, sino voces distintas. Que las personas puedan expresarse, sin estereotipos, sin discriminación. Eso prácticamente no existe.

– Con respecto a los medios, ¿hasta qué punto es admisible obedecer la demanda del público?

– No es sólo la expectativa del público. Vos pensá que a ese público lo crea el medio. Cada medio crea su propio público. No solamente está esa expectativa, sino que esa expectativa se reproduce, ese diálogo, ficcional evidentemente, entre los medios. Y con lo cual se reproducen los mismos modelos interpretativos del mundo. Por ejemplo, hablar de la marginación: los pobres están afuera y nosotros adentro, son excluidos; siempre estamos separados. Y ese estereotipo de la metáfora, de la exclusión, de la marginación, son metáforas sociales. La sociedad se divide en dos: unos están afuera, otros están adentro, y se repite y se repite… Y les conviene que se repita, a los medios, al poder político, etc., porque si yo empiezo a pensar que las personas pobres no son distintas, que están en el centro de la sociedad, es natural hacerlos participar en las decisiones. Son sujetos de acción, no objetos de la acción de otros.

– ¿Hasta qué punto la categorización que hacemos contribuye a la comprensión?

Lo que pasa es que no comprendemos sino con un modelo de interpretación que es el vigente. Entonces no hacemos el esfuerzo de comprender. [Toma una entrevista que hizo a Juan, un hombre que vive en la calle]. Todo lo que yo hablo y comento sale de la investigación. No hay nada que diga que yo lo haya inventado. Inclusive, la Epistemología del Sujeto Conocido surge de ver todo esto. Cuando Juan, por ejemplo, nos dice: “Yo muchas veces quisiera, que gente que está en esas cosas, una semana tratara de meterse entre nosotros, y que viera que es mentira cuando, por ejemplo, la gente dice que colabora con nosotros”. Esto te hace reflexionar. Esto es lo que impacta. Juan no necesita saber nada, Juan sabe todo. A Juan no le tengo que enseñar nada; Juan me enseña a mí.

Así nace la Epistemología del Sujeto Conocido: viendo que nosotros, los que aparentemente sabemos todo de todo, no sabemos todo, porque esas representaciones con las que conocemos, aun las representaciones de las teorías con las que conocemos en todas las profesiones, en la sociología, en la comunicación, en la filosofía, etc. no surgen de la realidad, no surgen de escuchar al otro hablar. Si entonces escuchásemos más a los demás, evidentemente aprenderíamos mucho más que leyendo muchísimas teorías. Pero esto es una cuestión no de razón, es una cuestión de corazón. No queremos abrir el corazón, entender estas voces que piden que estemos cerca. Uno es responsable porque la indiferencia es un acto negativo. La indiferencia niega la posibilidad de diálogo, de acción.

– La reducción del léxico que hoy se registra, ¿influye en la construcción de representaciones sociales?

– La Escuela Crítica y la Escuela de Frankfurt decían que el arte tenía contenido subversivo porque el arte nos mostraba utopías. Te saca, subvierte el mundo real. Si vos ves la literatura, te das cuenta que el uso del lenguaje es muy distinto del uso del lenguaje en los medios y en las representaciones sociales, en el discurso científico, político, en el jurídico, etc., porque el uso del lenguaje también está regulado. Yo estuve analizando el discurso político de presidentes argentinos respecto de los pobres y de la situación de pobreza, desde el ’83 hasta hoy, hasta Cristina. Los pobres no son representados en el discurso. Están representadas las situaciones, no las personas. No existen como actores, como tampoco existen en el discurso los trabajadores como actores. Siempre son objeto de la acción de otros.

Nosotros entramos al mundo académico con un lenguaje, al mundo político con otro discurso, y al mundo jurídico con otro. Estos géneros del lenguaje tienen sus formas, sus guiños, tienen todo, y nosotros dejamos de pensar creativamente. Difícilmente un investigador haga poesía. O un comunicador haga poesía, por ejemplo. Y si usa poesía algún comunicador, la usa para vender algún producto, no para incentivar la imaginación.

El problema también es que se ha comercializado el lenguaje. El lenguaje se usa prácticamente para vender  productos. Y vender el producto de una sociedad dividida realmente tiene muy buenos beneficios. La mayor parte de los presidentes, y dentro de todo los últimos presidentes, considera que hay una relación entre la pobreza y la seguridad. Dicen: “Si nosotros mejoramos las condiciones de vida, hay menos inseguridad”. Eso es un modelo que está constantemente vigente en todos lados. El supuesto es que las personas pobres son las que delinquen. ¿Y por qué? Si no hay ninguna estadística ni ninguna investigación que demuestre esto. Nosotros tenemos modelos y esos modelos los aplicamos, y posiblemente en el habla vos llegás a decir lo mismo, sin pensar que hay una relación de causalidad que presupone un actor del delito. Pero nunca tenés el modelo que diga “A mayor riqueza, mayor delincuencia”. Y de hecho, no hay forma de acumulación sin privación de algo a alguien. Hay modelos predominantes. Ese es el modelo. Yo tengo que mostrar modelos alternativos. ¿Por qué no?

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