Pleno mediodía invernal en plena ciudad. “Uno veinticinco, por favor”, “Qué tal, Alem y Corrientes”, “Arriba, arriba, ¡cierro la puerta!”.
Decenas de viajes por el asfalto porteño, miles de pasajeros que suben, miran, bajan, se alejan, suben, se codean, se mueven, bajan.
Todos estamos andando el mismo camino, unos adelante, otros atrás. Algunos desfilan en el centro, y los desapercibidos por el cordón de la vereda. Unos se bajan antes, otros después.
Cada uno en su mundo, con sus problemas e historias flotando invisibles sobre nuestras cabezas. Todos mirándonos y simulando no vernos.
Quizá nadie coincidiría en el mismo lugar o en el mismo momento en otra vida, pero acá estamos, amontonados bajo un único barral, mirando hacia una misma dirección. Un colectivo de cuentos, ideas y preocupaciones, yendo con rumbo compartido.
